sábado, 29 de diciembre de 2012

Felices fiestas y próspero año nuevo

 Artículo publicado en La Vanguardia, escrito por la periodista Ángeles Caso:

Necesito poco

Será porque tres de mis más queridos amigos se han enfrentado inesperadamente estas Navidades a enfermedades gravísimas. O porque, por suerte para mí, mi compañero es un hombre que no posee nada material pero tiene el corazón y la cabeza más sanos que he conocido y cada día aprendo de él algo valioso. O tal vez porque, a estas alturas de mi existencia, he vivido ya las suficientes horas buenas y horas malas como para empezar a colocar las cosas en su sitio. Será, quizá, porque algún bendito ángel de la sabiduría ha pasado por aquí cerca y ha dejado llegar una bocanada de su aliento hasta mí. El caso es que tengo la sensación –al menos la sensación– de que empiezo a entender un poco de qué va esto llamado vida.
Casi nada de lo que creemos que es importante me lo parece. Ni el éxito, ni el poder, ni el dinero, más allá de lo imprescindible para vivir con dignidad. Paso de las coronas de laureles y de los halagos sucios. Igual que paso del fango de la envidia, de la maledicencia y el juicio ajeno. Aparto a los quejumbrosos y malhumorados, a los egoístas y ambiciosos que aspiran a reposar en tumbas llenas de honores y cuentas bancarias, sobre las que nadie derramará una sola lágrima en la que quepa una partícula minúscula de pena verdadera. Detesto los coches de lujo que ensucian el mundo, los abrigos de pieles arrancadas de un cuerpo tibio y palpitante, las joyas fabricadas sobre las penalidades de hombres esclavos que padecen en las minas de esmeraldas y de oro a cambio de un pedazo de pan.
Rechazo el cinismo de una sociedad que sólo piensa en su propio bienestar
y se desentiende del malestar de los otros, a base del cual construye su derroche. Y a los malditos indiferentes que nunca se meten en líos. Señalo con el dedo a los hipócritas que depositan una moneda en las huchas de las misiones pero no comparten la mesa con un inmigrante. A los que te aplauden cuando eres reina y te abandonan cuando te salen pústulas. A los que creen que sólo es importante tener y exhibir en lugar de sentir, pensar y ser.
Y ahora, ahora, en este momento de mi vida, no quiero casi nada. Tan sólo la ternura de mi amor y la gloriosa compañía de mis amigos. Unas cuantas carcajadas y unas palabras de cariño antes de irme a la cama. El recuerdo dulce de mis muertos. Un par de árboles al otro lado de los cristales y un pedazo de cielo al que se asomen la luz y la noche. El mejor verso del mundo y la más hermosa de las músicas. Por lo demás, podría comer patatas cocidas y dormir en el suelo mientras mi conciencia esté tranquila.
También quiero, eso sí, mantener la libertad y el espíritu crítico por los que pago con gusto todo el precio que haya que pagar. Quiero toda la serenidad para sobrellevar el dolor y toda la alegría para disfrutar de lo bueno. Un instante de belleza a diario. Echar desesperadamente de menos a los que tengan que irse porque tuve la suerte de haberlos tenido a mi lado. No estar jamás de vuelta de nada. Seguir llorando cada vez que algo lo merezca, pero no quejarme de ninguna tontería. No convertirme nunca, nunca, en una mujer amargada, pase lo que pase.
Y que el día en que me toque esfumarme, un puñadito de personas piensen que valió la pena que yo anduviera un rato por aquí. Sólo quiero eso. Casi nada o todo.


 
Árbol de Navidad, Carl Larsson

sábado, 8 de diciembre de 2012

El negro

Una columna de El País escrita por Rosa Montero fue difundida por las redes sociales varias veces durante un tiempo. No me extraña.

Blanco y negro, Picasso.


Estamos en el comedor estudiantil de una universidad alemana. Una alumna rubia e inequívocamente germana adquiere su bandeja con el menú en el mostrador del autoservicio y luego se sienta en una mesa. Entonces advierte que ha olvidado los cubiertos y vuelve a levantarse para cogerlos. Al regresar, descubre con estupor que un chico negro, probablemente subsahariano por su aspecto, se ha sentado en su lugar y está comiendo de su bandeja. De entrada, la muchacha se siente desconcertada y agredida; pero enseguida corrige su pensamiento y supone que el africano no está acostumbrado al sentido de la propiedad privada y de la intimidad del europeo, o incluso que quizá no disponga de dinero suficiente para pagarse la comida, aun siendo ésta barata para el elevado estándar de vida de nuestros ricos países. De modo que la chica decide sentarse frente al tipo y sonreírle amistosamente. A lo cual el africano contesta con otra blanca sonrisa. A continuación, la alemana comienza a comer de la bandeja intentando aparentar la mayor normalidad y compartiéndola con exquisita generosidad y cortesía con el chico negro. Y así, él se toma la ensalada, ella apura la sopa, ambos pinchan paritariamente del mismo plato de estofado hasta acabarlo y uno da cuenta del yogur y la otra de la pieza de fruta. Todo ello trufado de múltiples sonrisas educadas, tímidas por parte del muchacho, suavemente alentadoras y comprensivas por parte de ella. Acabado el almuerzo, la alemana se levanta en busca de un café. Y entonces descubre, en la mesa vecina detrás de ella, su propio abrigo colocado sobre el respaldo de una silla y una bandeja de comida intacta.
Dedico esta historia deliciosa, que además es auténtica, a todos aquellos españoles que, en el fondo, recelan de los inmigrantes y les consideran individuos inferiores. A todas esas personas que, aun bienintencionadas, les observan con condescendencia y paternalismo. Será mejor que nos libremos de los prejuicios o corremos el riesgo de hacer el mismo ridículo que la pobre alemana, que creía ser el colmo de la civilización mientras el africano, él sí inmensamente educado, la dejaba comer de su bandeja y tal vez pensaba: "Pero qué chiflados están los europeos".

Rosa Montero

domingo, 4 de noviembre de 2012

Tardes con Margueritte

Esta historia es un canto a la lectura. Tanto el libro como la película me han gustado mucho. 
 

“Fue un encuentro poco corriente entre el amor y la ternura. En su camino no había duda, tenía nombre de flor, vivía rodeada de palabras, adjetivos traídos por los pelos, verbos que crecían como la hierba.
Algunos se colaban de forma oscura, pero ella atravesó mi cascarón y se coló con dulzura hasta mi corazón.
En las historias de amor no siempre hay solo amor, a veces no hay ni un te quiero y sin embargo, queremos.
Fue un encuentro poco frecuente, la conocí por azar en un banco de la plaza, no abultaba mucho, no era más grande que una paloma con sus pequeñas plumas, allí estaba rodeada de palabras, nombres comunes como el mío.
Me dio un libro, luego otro, páginas que estallaron ante mis ojos.”


 

jueves, 25 de octubre de 2012

El lado oscuro del amor

Es uno de los mejores libros que he leído. Tiene más de 800 páginas y, sin embargo, no deseas que acabe nunca. Está compuesto por capítulos cortos, pequeños caramelos para disfrutar de su sabor intenso y breve, dulce o amargo. No os lo perdáis.
 
Para saber más sobre este libro y su autor: Crítica de la revista Babelia
 


Corre la década de los sesenta en Damasco cuando el joven Farid conoce a la hermosa e inteligente Rana. La atracción mutua es irresistible, pero, para su desgracia, pertenecen a familias cristianas que se odian a muerte: los Mushtak, católicos, y los Shahin, de tradición greco-ortodoxa. Desde el primer momento, la relación entre los jóvenes se convierte en un desafío inaceptable a la ley de los clanes rivales, un amor condenado a la clandestinidad y el exilio. La suerte de los amantes a lo largo de varias décadas concita una nutrida galería de personajes difíciles de olvidar. Y como formidable marco de esta historia está Damasco, ciudad misteriosa y fascinante, que palpita en estas páginas a través de una visión íntima pero certera de una cultura marcada por las convulsiones políticas y religiosas, y de un mundo en el que el valor del individuo queda relegado ante el poder omnipresente de la familia.

miércoles, 24 de octubre de 2012

Día de la Biblioteca




¡Venid, venid todos! Bebés y niños, chicos y chicas, jóvenes y adultos de todos los orígenes, de todas las edades y de toda condición. ¡Venid a la Biblioteca! Entrad en este inmenso y hermoso jardín, multicolor y polifónico, donde crecen las más hermosas flores de la cultura humana: todo lo que sabemos y todo lo que imaginamos los seres humanos, las crónicas y los sueños, las batallas y los carnavales, las fiestas y los duelos... todo está aquí recogido y bien clasificado en sus estanterías, accesibles para que vosotros disfrutéis del placer de la lectura.

Entrad con alegría pero con respeto. Recorred sus amplias avenidas con ricas arboledas, sus acogedores senderos bordeados de exuberantes rosaledas con las más hermosas rosas, deambulad por las pequeñas veredas que os llevarán a escondidos rincones donde crecen plantas raras pero de deliciosas flores. Os encontraréis allí con otras muchas personas amigas que, como vosotros, disfrutan de las bellas palabras, de las sugerentes imágenes, de los evocadores sonidos.

Entrad y valorad el trabajo de estos jardineros esforzados, hombres y mujeres responsables de la Biblioteca: ellos riegan la sabiduría de lo sembrado en sus estantes, podan con cuidado las horas de silencio, remueven la tierra del pensamiento con recomendaciones y propuestas, abonan la imaginación con actividades inesperadas... y siempre, siempre, están ahí, bajo el sol abrasador y bajo la lluvia, esperando que las palabras florezcan, y que nosotros seamos portadores de las semillas que aventan cada día las páginas de los libros que atesora su biblioteca.

Aprended de ellos el amor por los libros y montad en vuestra casa vuestra propia biblioteca: por muy pequeña y modesta que sea será vuestro jardín y os llenará de olores, de sugerencias, de ideas,de sensaciones, que os harán sentiros llenos de gratitud, cercanos a esas personas, escritores e ilustradores, que contaron bellas historias para vosotros, de creadores que os hablaron de su mundo, de todos los mundos,para que vosotros os atreváis a mirar todos los horizontes y, al hacerlo, también os atreváis a mirar dentro de vosotros mismos para buscar vuestros más íntimos sentimientos, vuestros valores más auténticos.

Venid hoy y venid todos los días que os sea posible a este hermoso jardín siempre florido, siempre acogedor, siempre pleno de sabiduría, de placer, de solidaridad, de respeto, de belleza...



José María Gutiérrez de la Torre
Presidente de la Asociación Española de Amigos del Libro Infantil y Juvenil
 
Ilustración: Juan Ramón Alonso / Maqueta: Jesús Sanz

lunes, 22 de octubre de 2012

De cuevas y armarios



He aquí los dientes de leche de una niña neandertal fallecida hace cuarenta mil o cincuenta mil años, a los dos y medio de edad. Dices "dientes de leche", dices "niña", dices "neandertal", y te pones un poco blando, como si se tratara de una primita que acaba de morir. Dos incisivos, un canino y un molar del que los científicos deducirán el resto de su cuerpo. Por los mismos días en los que apareció en la prensa la noticia de este hallazgo, un amigo me contó que al vaciar la casa de sus padres, recientemente fallecidos, tropezó en el fondo de un armario con una cajetilla de Ducados arrugada en cuyo interior descubrió un envoltorio de papel higiénico. Dentro había precisamente unos dientes de leche, los suyos. Su madre, en la versión del Ratoncito Pérez, los fue rescatando de debajo de la almohada a medida que mi amigo los perdía y finalmente los reunió todos en aquel paquete de cigarrillos vacío. ¿Para qué? Para nada, para no tirarlos. Casi todos los dientes de leche se guardan, en cajas de latón, de cerillas, en pastilleros, en papel de aluminio... Al principio, uno los tiene localizados, pero con el tiempo, o con la adolescencia áspera de los hijos, se olvidan y dan tumbos durante años, soportando traslados, limpiezas generales, polvo, humedad, frío... Luego desaparecen o se manifiestan cuando uno ya ha empezado a perder los definitivos (lo de definitivos es un decir). Los de la niña neandertal del valle de Lozoya se hallaron en el fondo de una cueva, vale decir en el fondo de un armario prehistórico. Pero su visión impresiona tanto como la de los propios.

Juan José Millas

domingo, 21 de octubre de 2012

¿Qué es el silencio? (II)


“Viví en el silencio porque no comunicaba. ¿Acaso es ese el verdadero silencio? ¿La negrura completa de lo incomunicable? Para mí todo el mundo era negro silencio, excepto mis padres, sobre todo mi madre. El silencio tiene, pues, un sentido que me pertenece sólo a mí: el de la ausencia de comunicación. Por otra parte, no he vivido un completo silencio. Tengo mis ruidos personales, inexplicables para una persona que oiga. Tengo mi imaginación, y ésta tiene su ruido en imágenes. Imagino sonidos en colores. Mi silencio, para mí, tiene colores, no está nunca en blanco y negro.”

 
 
El grito de la gaviota es el testimonio de una joven que, a los veintidós años, ha conocido ya la soledad absoluta, la duda y la desesperación, pero también la dicha, la solidaridad y la gloria. Inicialmente incomunicada con el mundo exterior a causa de su sordera, a los siete años Emmanuelle Laborit descubrió el lenguaje de los signos. Sin embargo, en la adolescencia su vida parecía tambalearse: al desasosiego propio de la edad se añadió la rebeldía contra el hecho de que se negaba a los sordos su identidad, ya que el lenguaje de los signos estaba prohibido en Francia a causa de la teoría de que los sordos podían aprender a leer en los labios y a hablar. La adolescencia y la primera juventud de Emmanuelle son la historia de una lucha por subsistir en un mundo «diferente» y por el reconocimiento de los derechos de los tres millones de sordos franceses, hasta conseguir que, en 1991, se enseñe por fin en los centros de educación de los sordos el lenguaje de los signos. Con este triunfo colectivo y el personal, pero no menos emblemático, de su éxito como actriz teatral, El grito de la gaviota cierra significativamente un itinerario personal tan breve como intenso.

viernes, 19 de octubre de 2012

martes, 16 de octubre de 2012

Tres días para ver


Si ustedes hubieran nacido ciegos, ¿qué querría ver si pudiera mirar el mundo al menos tres días? He aquí lo que la admirable Helen Keller respondió en un artículo publicado hace 70 años por Readers Digest.

A menudo he pensado que sería una bendición si, al comienzo de su juventud, todo ser humano se quedara ciego y sordo por unos cuantos días. La oscuridad lo haría apreciar más el don de la vista, y el silencio le enseñaría los deleites del sonido.
Algunas veces he interrogado a mis amigos que pueden ver sobre esa experiencia. Hace poco, cuando una amiga acababa de regresar de un largo paseo por el bosque, le pregunté qué había visto, y su respuesta me sorprendió: “Nada en especial”.
¿Cómo es posible caminar durante una hora por el bosque sin ver nada digno de ser contado?, pensé. Yo, que no puedo ver, descubro cientos de cosas interesantes mediante el simple tacto. Siento la delicada simetría de una hoja. Recorro con las manos el liso tronco de un abedul, o la áspera corteza de un pino. En primavera, exploro las ramas de los árboles con la esperanza de tocar un brote, el primer signo de que la naturaleza ha despertado de su letargo invernal.
En ocasiones, si corro con mucha suerte, poso suavemente la mano sobre un retoño de árbol y percibo la jubilosa vibración del canto de un pájaro. A veces deseo con toda el alma poder ver estas cosas. Si el mero tacto me produce tanto placer, ¿cuánta belleza más podría revelarme el sentido de la vista? He imaginado incluso lo que más me gustaría ver si se me concediera poder usar los ojos al menos durante tres días.
Dividiría ese tiempo en tres partes.

El primer día querría ver a la gente, cuya amabilidad y compañía me han hecho apreciar el valor de vivir la vida.
Yo no sé lo que es mirar al corazón de un amigo a través de “las ventanas del alma”: los ojos. Aunque sólo puedo tocar con las yemas de los dedos el contorno de una cara, soy capaz de percibir la alegría, la tristeza y muchas otras emociones humanas. Conozco a mis amigos por la sensación de sus rostros entre mis manos.
Para ustedes que pueden ver, debe ser mucho más fácil y satisfactorio captar las cualidades esenciales de otra persona con sólo observar las sutilezas de su expresión, la crispación de un músculo, el temblor de una mano… pero, ¿se les ha ocurrido alguna vez usar la vista para sondear la naturaleza íntima de un amigo? ¿Acaso no muchos de ustedes, los que ven, pueden contemplar un rostro sin fijarse realmente en él?
Por ejemplo, ¿pueden describir con detalle las facciones de 5 de sus mejores amigos? A manera de experimento, les he preguntado a varios hombres de qué color son los ojos de sus esposas, y con frecuencia, avergonzados y confundidos, admiten que no lo saben.
¡Dios mío, cuántas cosas podría yo ver si tuviera el don de la vista tan sólo tres días!
El primer día sería muy ajetreado. Llamaría a mis amigos más queridos y observaría largo rato sus rostros para grabar en mi mente las manifestaciones externas de su belleza interior. Dejaría que mis ojos se posaran también en la cara de un bebé recién nacido, a fin de captar un atisbo de ese candor anhelante y bello que antecede a la conciencia individual de los problemas de la vida. Querría ver los libros que otras personas me han leído, y que me han revelado mil secretos profundos de la existencia humana. Me gustaría ver los confiados ojos de mis fieles perros, el pequeño Terrier Escocés y el robusto Gran Danés.
Por la tarde, daría un largo paseo por el bosque y me regodearía contemplando las maravillas de la naturaleza. Y elevaría una plegaria al cielo ante el prodigio multicolor del ocaso. Esa noche, supongo, no podría conciliar el sueño.

Al día siguiente, me levantaría al amanecer y presenciaría el estremecedor milagro por el cual la noche se transforma en claridad. Contemplaría llena de asombro el magnífico espectáculo de luz con el que el sol despierta a la tierra durmiente.
Dedicaría este día a echar un vistazo al mundo, pasado y presente.
Querría ver la evolución del progreso humano, y para ello visitaría los museos. Allí, mis ojos verían la historia abreviada de la tierra: los animales y las diversas etnias humanas recreadas en su ambiente natural; los esqueletos gigantescos de los dinosaurios y mastodontes que vagaban por el mundo antes de que apareciera esa pequeña criatura de poderoso cerebro –el hombre- y conquistara el reino animal. Mi siguiente visita sería el museo de arte. Conozco bien a través del tacto las figuras esculpidas de los dioses y las diosas del antiguo Egipto. He palpado con los dedos las producciones de los frisos del Partenón, y percibido la grácil belleza de esculturas de guerreros atenienses en acción. El rostro barbado y tosco de Homero me es muy querido, ya que él también supo lo que es estar ciego.
Así pues, el segundo día intentaría penetrar en el alma humana a través del arte. Podría ver las cosas que conocí por medio del tacto, pero en todo su esplendor: el magnífico mundo de la pintura quedaría expuesto ante mis ojos. Sin embargo, quizá me llevaría de él sólo una impresión superficial, ya que los pintores dicen que para desarrollar una apreciación profunda y genuina del arte es necesario educar el ojo. Hay que aprender mediante la experiencia visual a reconocer los méritos de la línea, la composición, la forma y el color. Si yo pudiera ver, ¡conque alegría emprendería un estudio tan apasionante!
Pasaría la tarde del segundo día en un teatro o en un cine. ¿Cómo me encantaría poder ver la fascinante figura de Hamlet, o el impulsivo Falstaff con un colorido atuendo isabelino! Yo no puedo disfrutar la belleza del movimiento rítmico mas que con la limitada capacidad del tacto de mis manos.
Sólo puedo entrever en mi imaginación la gracia de una Ana Pavlova, aunque conozco en parte el deleite del ritmo, ya que a menudo puedo sentir la cadencia de la música cuando hacen vibrar el piso. Bien puedo imaginar que el movimiento cadencioso debe ser una de las visiones más disfrutables del mundo. He logrado formarme una idea de esto al recorrer con mis dedos las líneas del mármol esculpido, y si esta gracia inmóvil puede ser tan hermosa, ¡más intensa aún ha de ser la emoción de ver la gracia en movimiento!

A la mañana siguiente, de nuevo daría la bienvenida al amanecer, ansiosa por descubrir otras manifestaciones de la belleza. Este día, el tercero, lo pasaría en el mundo de la gente común, en los sitios donde se divierten y batallan para ganarse el sustento. La ciudad se convierte en mi destino.
Me detendría primero en una esquina transitada a mirar en silencio a la gente, intentando con ese simple acto comprender algo de su vida cotidiana. Veo sonrisas y me siento feliz, veo una firme determinación y me lleno de orgullo. Veo sufrimiento y en mí aflora la compasión. Me paseo por la 5ª Avenida. Dejo vagar la mirada, así que no observo un objeto en particular, sino un calidoscopio de deslumbrantes imágenes. Estoy segura de que los colores de los vestidos de las mujeres que caminan entre la multitud son un espectáculo maravilloso del que nunca podré cansarme.
Pero es posible que, si pudiera ver, fuera yo como la mayoría de las mujeres: estaría demasiado interesada en la moda para prestar atención a la belleza de los colores entre un gentío.
Partiendo de la 5ª Avenida, haría un recorrido por la ciudad: los barrios pobres, las fábricas, los parques donde juegan los niños… sin salir de la ciudad, también haría un viaje al extranjero visitando los barrios de inmigrantes. Mis ojos están muy abiertos para captar todas las imágenes, lo mismo de felicidad que de tristeza, así que puedo sondear en lo profundo y añadir a mi conocimiento cómo trabaja y vive la gente.Mi tercer día para ver se acerca a su fin. Hay muchos asuntos serios a los que podría dedicar las últimas horas, pero en la noche correría de nuevo al teatro, a ver alguna obra que me hiciera reír hasta las lágrimas y me permitiera apreciar los tintes de comedia y del drama humano.
A la media noche, la oscuridad perpetua se cerniría de nuevo sobre mí.

Por supuesto, en esos tres breves días no habré visto todo lo que deseaba. Pero cuando la negrura hubiera descendido sobre mí, me percataría de cuánto me había faltado ver.
Tal vez este escueto plan no se parezca en nada al que ustedes podrían hacer si supieran que están a punto de quedarse ciegos; sin embargo, estoy segura de que si tuvieran que afrontar ese destino, usarían los ojos como jamás lo han hecho. Todo lo que vieran cobraría un sentido especial. Sus ojos se posarían con ansia en cada objeto que entrara dentro de su campo visual. Finalmente, descubrirían lo que en realidad significa ver, y un nuevo mundo de belleza se abriría ante ustedes.
Yo, que soy ciega, tengo un consejo para los que pueden ver: Usen sus ojos como si mañana fueran a perder la vista. Y hagan lo mismo con los demás sentidos: escuchen la musicalidad de las voces, los trinos de los pájaros, los poderosos acordes de una orquesta, como si el día de mañana fueran a quedarse sordos.
Tomen y acaricien cada objeto como si mañana fueran a despojarlos del sentido del tacto. Huelan el delicado perfume de las flores, deléitense con el sabor de cada bocado, como si nunca más pudieran volver a oler ni a paladear nada.
Disfruten al máximo sus sentidos; gocen, a través de los diversos medios de contacto con que los dotó la naturaleza, de todas las facetas del placer y la belleza que el mundo nos ofrece.
Aunque, de todos los sentidos, estoy segura de que el de la vista debe de ser el más glorioso.

domingo, 14 de octubre de 2012

Tímidos anónimos

El otro día disfruté mucho con esta comedia romántica:
 
 


 En “Tímidos anónimos” conocemos a Jean-René, jefe de una fábrica de chocolate, y a Angélique, chocolatera de talento. Los dos son unas personas muy sensibles y les une su pasión común por el chocolate. Se enamoran pero no se atreven a confesárselo. Su timidez enfermiza tiende a alejarles. Pero se sobrepondrán a su falta de confianza en sí mismos, con el riesgo de desvelar sus sentimientos.

Esta película me ha hecho recordar una viñeta de Liniers muy tierna:



jueves, 11 de octubre de 2012

Sostiene Pereira

Es un pequeño libro que me ha sorprendido mucho por su estilo (todo seguido, sin guiones) y que se lee muy bien. El personaje es muy entrañable y me ha dejado huella. Su adicción enfermiza a la omelette a las finas hierbas ha hecho que tenga ganas de aprender a hacerla :P 

Ingredientes de la omelette a las finas hierbas: un huevo, sal, orégano, mejorana y una cucharadita de mostaza de Dijon.

Una de las frases que más me han gustado:

“La filosofía parece ocuparse sólo de la verdad, pero quizá no diga más que fantasías, y la literatura parece ocuparse sólo de fantasías, pero quizá diga la verdad.” 





Lisboa, 1938. La opresiva dictadura de Salazar, el furor de la guerra civil española llamando a la puerta, al fondo el fascismo italiano. En esta Europa recorrida por el virulento fantasma de los totalitarismos, Pereira, un periodista dedicado durante toda su vida a la sección de sucesos, recibe el encargo de dirigir la página cultural de un mediocre periódico, el Lisboa. Pereira tiene un sentido un tanto fúnebre de la cultura: prefiere la literatura del pasado, dedicarse a la elegía de los escritores desaparecidos, preparar necrológicas anticipadas. Necesitado de un colaborador, contacta con un joven, Monteiro Rossi, quien a pesar de haber escrito su tesis acerca de la muerte está inequívocamente comprometido con la vida. Y la intensa relación que se establece entre el viejo periodista, Monteiro y su novia Marta, cristalizará en una crisis personal, una maduración interior y una dolorosa toma de conciencia que transformará profundamente la vida de Pereira.

domingo, 7 de octubre de 2012

¿Qué es el silencio? (I)

Según Emmanuelle Laborit, actriz y autora sorda de "el grito de la gaviota":



“Mi silencio no es vuestro silencio. Mi silencio será más bien tener los ojos cerrados, las manos paralizadas, el cuerpo insensible, la piel inerte. Un silencio del cuerpo”.

viernes, 5 de octubre de 2012

El beso de la sirena


Érase una vez, en una tierra junto al mar, una bellísima mujer llamada Maruzza Musumeci. Se decían muchas cosas de Maruzza, rumores a voces que quizás explicasen por qué a pesar de su belleza no había encontrado aún con quién casarse. Maruzza hablaba en griego con su abuela; no era una muchacha como las demás; parecía el personaje de una fábula; transmitía con sus ojos y su voz la perturbadora sabiduría que traen y llevan los siglos. Maruzza era una sirena.
Pero la historia comienza en realidad con Gnazio, que emigró a América y volvió a Vigàta tras veinticinco años de ausencia. En Nueva York trabajó como jardinero y, tras una caída desgraciada, decidió regresar a su Sicilia natal y comprar un trozo de tierra con un olivo milenario del que se había enamorado. Sólo le faltaba una mujer. Maruzza y Gnazio, la tierra y el mar, no vivieron una historia de amor imposible... como tantas otras. Primero fue la boda, después la familia y, año tras año, el milagro de conjurar lo que parecía contrario, para tantos irreconciliable.


Esta fábula me ha tenido un día y medio totalmente enganchada, con la cabeza como flotando. Estaba "embrujada". ¡Qué historia más bella! Y con un punto de humor, característico de Camilleri.

Este autor cuenta que cuando era niño, un campesino que trabajaba en las tierras de su abuelo le contó parte de esta fábula. Le sugería a menudo que cerrara los ojos "para ver las cosas encantadas", aquellas que normalmente, con los ojos abiertos, no se pueden ver.

jueves, 4 de octubre de 2012

La vida callada

http://www.rtve.es/alacarta/videos/la-noche-tematica/noche-tematica-vida-callada/1539343/

"El documental aborda el problema de comunicación que afrontan día a día las personas sordas, especialmente aquellos que han nacido en zonas rurales, donde ellos han sido los "únicos" niños sordos y cuyas familias no conocen la lengua de signos. La protagonista, Rosario, introduce al espectador en este mundo carente de sonidos pero si con voz propia. La vida callada refleja el sentimiento de los sordos en una sociedad que los ignora, que no deja que se les escuche a pesar de que nunca han sido mudos."


El otro día ví este documental y me ha parecido muy triste y muy duro. ¿Cómo es posible que en España todavía existan personas sordas viviendo de forma aislada, en medio de la ignorancia? El vídeo muestra a unos padres muy avergonzados de su hija sorda de 35 años. La esconden en su casa y cada vez que invitan a amigos oyentes, la echan fuera. Otro caso es el pobre hombre mayor que no tuvo ninguna oportunidad para aprender a comunicarse, sea por escrito o hablando. Se le considera como retrasado mental y encima su sobrina se mofa de él, diciendo que no le entiende.     

martes, 2 de octubre de 2012

Las dos ancianas, de Velma Wallis

 
Hoy he terminado de leer un libro precioso, "las dos ancianas", de Velma Wallis. Sobre los nómadas de Alaska. Me ha emocionado y me ha hecho sentir que es posible superar situaciones muy difíciles a pesar de que piensas que no eres capaz por diferentes razones como la vejez, la discapacidad,...Me quedo con esta frase:"Vamos a morir luchando, no sentadas." 
Muy recomendable. 
 

 



Sinopsis: Hay novelas que parecen leyendas, y la historia de las dos ancianas que vivieron en las heladas tierras de Alaska tiene el sabor de esas antiguas enseñanzas que los hijos reciben de boca de sus padres en las largas noches de invierno… Érase una vez dos ancianas que fueron abandondas y condenadas a morir de frío e inanición. Tras el desconcierto inicial, el espíritu de supervivencia se impuso y, olvidados sus achaques, las dos decidieron luchar para vencer la muerte. Así descubrieron cualidades que les permitieron salvar la vida y saberse mejores frente a sí mismas y frente a los demás. Con palabras sencillas, Velma Wallis nos entrega una fábula que viene del frío pero conserva la calidez de un mensaje espiritual que busca y encuentra amor en los gestos más humildes y en las voces más sinceras.


"Esta historia me llegó de un lugar muy lejano y fue directa a mi corazón. Tras leer estas páginas me sentí mejor persona."
Ursula K. Le Guin

lunes, 1 de octubre de 2012

Otoño



"El otoño es una segunda primavera en la que cada hoja es una flor".
 
Albert Camus

domingo, 30 de septiembre de 2012

Salvados

Me encanta Salvados. Cuando es domingo y se acerca la hora, me siento en el sillón con la cena preparada y busco el canal. Y espero pacientemente a que salgan los subtítulos para empezar a disfrutar de este programa tan bueno. Pero si no salen, me quedo mirando sus caras con la boca moviendo, diciendo cosas sin sentido para mí. Como me ha pasado hoy. Y para el colmo ya no ponen subtítulos en los vídeos de www.lasexta.com . Sólo los han puesto en los últimos vídeos de la primera temporada. No sé porqué han dejado de subtitularlos. Es muy frustrante. No creo que cueste tanto ponerlos.

En el último capítulo, Jordi Evolé habló con José Luis Sampedro, uno de mis escritores favoritos. Menos mal que estaba subtitulado, así pude disfrutar de sus palabras sobre el miedo:


"Gobernar a base de miedo es muy eficaz. Si usted amenaza a la gente diciéndoles que les va a degollar, y luego no les degolla, entonces les puedes azotar y explotar. Y la gente dice "bueno, no es tan grave". El miedo hace que no se reaccione. El miedo hace que no se siga adelante."


 

viernes, 28 de septiembre de 2012

La dulce envenenadora, de Arto Paasilinna


¡He vuelto! Después de varios años, he vuelto a visitar mi blog con muchas ganas de quitar sus telarañas. Hoy hablaré de uno de los libros que más me han gustado de este año: La dulce envenenadora, de Arto Paasilinna. Este autor es finlandés y escribe con un humor bastante negro. 

Es el primer libro que leo de este autor y me ha hecho reír a mandíbula batiente. Muy pocos libros han sido capaces de hacerme reír de esta forma. Hasta ahora...

 


Sinopsis:  En la quieta campiña cercana a Helsinki, una viejecita riega su arriate, las golondrinas gorjean y el gato dormita. Pero el idilio es aparente: la vida de Linnea Ravaska, octogenaria viuda, es emponzoñada por unos malhechores que cada mes le arrebatan su pensión. El desnaturalizado nieto Kauko y sus acólitos destrozan todo lo que encuentran a su paso, torturan al gato, golpean por puro placer, sin que ella ose rebelarse, hasta el día en que decide no soportarlo más, llama a la policía y huye a Helsinki. La guerra y la venganza del trío infernal podrían convertirse en una pesadilla si Paasilinna no prefiriese la vía de la farsa y la paradoja para criticar a una sociedad cuyos males observa con toda lucidez. Vejez olvidada, juventud marginada, desmoronamiento de las instituciones, droga, alcoholismo, sida: todo se divisa en las rocambolescas peripecias de la simpática viejecita, que pasea armada con una Parabellum y cuyas verdaderas armas acabarán siendo el candor, una ingenua crueldad y su incansable defensa de la propia dignidad.

Lo bueno es que me he enterado de que el autor ya ha escrito unos 35 libros y que en España sólo se han publicado unos pocos todavía. Así que voy a disfrutar de sus libros durante mucho tiempo :)